Saltear al contenido principal

           “La Conciencia se refleja sobre el espejo de la mente. Se proyecta la Consciencia. Sin embargo, la Conciencia sabe que el reflejo es Lo Real, mientras la Consciencia diferencia entre ella y el reflejo.”     Sesha.   

Conciencia y Consciencia son términos que suelen definirse de múltiples formas, lo que demuestra la complejidad de su estudio y análisis. El acercamiento planteado por la psicología y la filosofía, por décadas la primera y por milenios la segunda, ofrecen innumerables versiones de su naturaleza, no siendo ninguna concluyente. La Conciencia es una realidad que se resiste a dejarse conocer en su naturaleza más profunda.

En el ámbito psicológico, la Conciencia tal vez esté más cercana o guarda más relación con la moral, con la ética, con lo que consideramos que está bien o está mal. Adopta la forma de una metapersonalidad con autoridad suficiente como para guiarnos en nuestro día a día, marcando las pautas de lo permisible o correcto frente a lo que no lo es. Este “Pepito grillo” o “Voz de la Conciencia”, es también responsable de gran parte de nuestros estados anímicos. Si nuestro comportamiento es acorde a lo que esta Voz dicta, probablemente nos sentiremos satisfechos del “deber cumplido” y podremos continuar sintiéndonos incluidos dentro de la sociedad.  Si por el contrario desobedecemos el mandato, aflorarán sentimientos como la culpa o la vergüenza, o cuando estos se transforman en rebeldía y transgresión.

Es obvio que esta concepción de la Conciencia está sujeta a las costumbres y normas que imperan socialmente durante un tiempo determinado, y, algunas de ellas varían de generación en generación.

La Consciencia sin embargo se asocia más con el hecho individualista de “darse cuenta”, de que algo que ha surgido en el entorno -externo o interno- hemos podido percibirlo e integrarlo: “ahora soy consciente de”. Implica la existencia de un individuo o de una agrupación de ellos (grupo o sociedad consciente) que comparten la percatación de  algunos eventos más o menos significativos.

Los estados conscientes son extraordinariamente variados, tanto es así que, en gran parte de las diferentes corrientes psicológicas, se establecen y sistematizan unos determinados “estados de consciencia”. Algunos están asociados a los pensamientos y emociones cotidianos, pero otros estados “presenciales” llegan a modificar profundamente la interpretación de la realidad e incluso al propio sujeto o perceptor. En muchas tradiciones orientales estos últimos se asocian con el despertar y con el conocimiento del Ser, de lo Real.

En este sentido, desde el Advaita y en su vertiente más netamente metafísica, la Conciencia se nos presenta como un continuo, sin partes, sin comienzo ni fin y es previa a toda realidad ideal y material diferenciada. La Consciencia, por otro lado, se suele entender como el reflejo de esa Conciencia pura en la mente del individuo, por lo que a la luz del que percibe la Conciencia parece estar fragmentada.

Conjugar ambos mundos tan aparentemente diferentes no es tarea fácil, somos conscientes de ello. A su vez, el anhelo de integración y de potenciar puentes de unión balsámicos para el sufrimiento, inspira la tarea y le da sentido.

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.

ACEPTAR
Aviso de cookies
X