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La cuestión de la conciencia es un tema fascinante y se ha convertido en uno de los debates filosóficos y científicos más controvertidos de nuestro tiempo. La conciencia se considera a menudo un misterio, pues no hay modo de llegar a un consenso en saber qué es o de dónde surge. Aunque en las últimas décadas se han realizado avances muy importantes en los estudios sobre el cerebro y las funciones mentales, sigue sin saberse en realidad cuál es la naturaleza fundamental de la conciencia.

Pero ¿Cuál es el misterio? El enigma por antonomasia es de qué modo se relaciona la experiencia subjetiva e íntima de la conciencia con los eventos del mundo externo que se supone existen de forma independiente de ella. Y este constituye uno de los más importantes nudos gordianos con los que se ha encontrado la filosofía, pues desvela un punto de partida incuestionable, la dualidad sujeto-objeto, que parece afirmar la existencia de dos naturalezas: la física y la de la mente consciente. Esta dualidad fundamental en la que se enraíza el pensamiento occidental genera paradojas que en general se consideran irresolubles: ¿Qué relación existe entre la conciencia y el cuerpo o la materia? ¿Es la conciencia una propiedad o función que emerge de la operatividad de un cerebro complejo? ¿Cómo podría entonces la materia “ciega” hacerse consciente?

La distinción implícita entre lo físico y lo mental, entre lo relativo al sujeto y a los objetos, se hereda de la visión cartesiana e incluso sus posteriores críticas la han mantenido. Parece que nadie puede afirmar que exista una conciencia desencarnada, entre otras cosas porque no se conocen sistemas cognitivos separados de un cuerpo, pero la cuestión está en dilucidar si lo único que existe en el universo es la materia y si esta tiene la capacidad de ser causa de todo lo existente, incluido el acto de conocer.

Hasta no hace mucho, el estudio científico de la mente estaba reservado a la psicología, pero el desarrollo reciente de las tecnologías computacionales junto con las neurociencias le han dado un impulso al estudio del cerebro y han avivado numerosos debates. Sin embargo, la más moderna ciencia neural cae en un materialismo que reduce la mente, la conciencia y el sujeto a la funcionalidad de las redes neuronales del cerebro (reduccionismo materialista). La experiencia subjetiva consciente queda negada por acientífica y se apuesta por una investigación objetiva, “en tercera persona”. Sin embargo, se cae en la contradicción de que el estudio del cerebro de otro es realizado en “primera persona” por la conciencia del sujeto investigador, que en última instancia es quien interpreta los resultados bajo el tamiz de su propia historia personal o cultural. Pero, ¿es la conciencia algo que pertenece exclusivamente a la experiencia individual y subjetiva o es una cualidad propia de todo lo existente?

La respuesta a estas cuestiones va a ser diferente según el modelo de pensamiento y sus premisas.

El Advaita parte de un supuesto totalmente opuesto al científico. Investiga la mente y la conciencia a través de la práctica meditativa y contemplativa (en “primera persona”) y a través de la experiencia constata que la Conciencia, con mayúsculas, es la base del mundo físico y del mental. La consciencia individual es una modificación aparente de la Conciencia causada por cierta operatividad de la mente que, como vimos en el apartado sobre el “yo”, fragmenta aparentemente la realidad y genera esa división sujeto-objeto. Para el pensamiento no-dualista, la Conciencia no es una experiencia del ámbito de lo subjetivo porque no es propiedad de un individuo separado del universo que está experimentando. Lo interesante de esta aproximación es que ataja el problema de la conciencia desde el ámbito cognitivo (y metafísico), en lugar del físico o el moral.

Son posturas difíciles de acercar. La ciencia cae en múltiples callejones sin salida que apuntalan su modelo de la realidad. El pensamiento oriental tiene el problema de que sus afirmaciones aún no pueden comprobarse objetivamente y no pueden salir del ámbito de lo aparentemente “subjetivo”, pues solo pueden ser sostenidas por aquellos pocos seres humanos que han tenido la experiencia de la no-dualidad más profunda. Sin embargo, el enfoque no-dualista es una salida novedosa que no excluye las posiciones materialistas e idealistas sino que las integra.

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