INTRODUCCIÓN
La percepción es un fenómeno de vital importancia dentro del campo de la Psicología. Ulric Neisser, psicólogo reconocido como uno de los padres de la psicología cognitiva la define así:
“la percepción es un proceso activo y dinámico que involucra tanto la información sensorial como el conocimiento previo y las expectativas del individuo”.[1]
La percepción es, por tanto, un proceso cognitivo que nos permite interpretar y hacer entendible el ambiente en el que estamos inmersos. No se limita sólo a la recopilación de datos y de información, sino que guarda una estrecha relación con el sujeto perceptor, además de estar influenciada por factores cognitivos y ambientales: por ejemplo, el grado de atención (con mayor o menor intensidad) con que podemos examinar un objeto puede ser muy diferente a como lo hace otra persona y, por lo tanto, la información que obtengamos del objeto también podrá serlo. Sin ser una regla absoluta, probablemente quien haya percibido con más atención diferirá de quien lo haya hecho con menos.
Si bien los estímulos externos son muy importantes en el terreno perceptivo, no podemos dejar pasar por alto que ésta también opera a nivel intrapersonal, es decir, en cuanto a los estímulos internos. Todo ello hace posible y habilita que las personas puedan sentir, pensar y actuar con consciencia plena de un yo unitario involucrado de lleno en el proceso.
Probablemente, una de las corrientes psicológicas que más ha profundizado en el estudio de la percepción sea la Psicología de la Gestalt con la “Teoría de la percepción gestáltica”: la percepción es mucho más que la simple suma de partes individuales puesto que ésta se organiza en formas coherentes y con sentido, dando lugar a experiencias integradoras y holísticas (el todo es más que la suma de las partes). Si tomamos como ejemplo la audición de una melodía que nos guste, no escucharemos notas aisladas sino un conjunto melodioso repleto de armonía.
La relación que guardan los estados de consciencia con la percepción es muy estrecha ya que coexisten juntas. Charles Tart define a la consciencia como “un conjunto de reglas y teorías interrelacionadas que nos permiten interpretar experiencias, y que, acabamos creyendo que es el modo natural de percibir las cosas” [2]. Por lo tanto, la percepción ha de ajustarse a las “reglas implícitas” que imperan en cada nivel de consciencia, quedando estrechamente ligada a lo que éstas determinen. Al respecto, un dicho popular nos plantea el siguiente reto: ¿quién es la persona, animal o cosa que nunca se plantea lo que es el agua?…
La respuesta es…EL PEZ…, y no lo hace, porque para él el agua es absolutamente normal como sistema habitual de vida. Lo que consideramos “normal” no lo cuestionamos y, sin embargo, un individuo es capaz de interpretar la percepción desde diferentes perspectivas, otorgando así diversas realidades al mundo y a sí mismo.
El Advaita aporta al estudio y a la sistematización de los estados de consciencia algunas ideas novedosas que se irán desarrollando en adelante. La principal es que los estados están determinados por la relación entre el perceptor y lo percibido dentro de cada campo de consciencia y esto define cinco posibles estados desde donde la realidad se interpreta con diferentes protocolos. Todas las diversas realidades cognitivas, operan alternativamente, tal como lo hacen la vigilia y el sueño. Los estados de percepción más integradores se consideran los relacionados con la no-dualidad.
[1] Descubre la teoría de la percepción Gestalt. Cómo nuestro cerebro organiza la realidad. https://teoriaonline.com/teoria-percepcion-gestalt/[2] Puente, Í. (2014). Complejidad y Psicología Transpersonal: caos, autoorganización y experiencias cumbre en psicoterapia. Universitat Autònoma de Barcelona, p. 236