La definición de “yo” es sumamente compleja. No hay una idea única de “yo” y existen numerosos modelos y enfoques según la disciplina del conocimiento a través de la cual se estudie el concepto. Además, el “yo” tiene que ver con un sentido fundamental de existir como individuos que se derrama en todos los aspectos de nuestra vida.
En concreto la psicología -que es el objeto de este estudio-, especialmente el psicoanálisis, adapta el término “yo” al concepto de ego. Denominamos ego al sentido de unidad e identidad consciente que otorga la mente al reconocerse el individuo como entidad psicosomática. El ego tiene que ver con la apreciación empírica que se construye a través de los años y que se va modificando en función de las experiencias adquiridas. A medida que el niño crece adquiere su propia identidad personal y simultáneamente emerge un mecanismo de adaptación al entorno que le lleva a definir y afianzar la propia personalidad. Abarca áreas tan extensas y complejas como la identidad personal, la cognición, la autoestima, la autorreflexión y la interacción social.
Por otro lado, hay aspectos del “yo” que son un tanto confusos desde el pensamiento psicológico. Tienen que ver con la influencia de los factores hereditarios y ambientales, es decir, hasta qué punto el “yo”, o la personalidad, está determinado a priori de forma innata o va conformándose a lo largo del tiempo. Y esto a su vez está relacionado con la cuestión de si existen factores, rasgos o unidades básicas que den lugar a un tipo u otro de carácter o de personalidad: ¿todo cuanto existe en la percepción está filtrado por el yo o existe algo más allá de él?
Una de las cuestiones fundamentales, por tanto, es establecer si el “yo” es una entidad estable y con causa en sí mismo o, por el contrario, es una identidad que se va conformando con el paso del tiempo.
El Advaita aporta un enfoque bastante novedoso del “yo”, pues lo sustrae del ámbito ontológico y establece su raíz en cierta función de la cognición, responsable de la fragmentación de la percepción en partes. Este proceso de diferenciación genera como resultados la dualidad entre sujeto y objeto, la identificación y la ilusión de sentirse una individualidad separada del mundo. Estos son sin duda aspectos controvertidos para la psicología y la filosofía occidentales, pero que abren nuevos horizontes en la imagen de lo que somos como seres humanos.