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En este apartado se desarrollan algunos argumentos basados en las investigaciones en psicología y neurología que muestran la inestabilidad del “yo” como entidad individual independiente.

¿Existe un “yo” sustancial? Las experiencias extracorporales

La cuestión de si hay una “sustancia” mental aparte de la materia física es compleja de resolver, pero ¿puede la materia conocer?

Hay investigaciones procedentes del campo de la neurología clínica denominadas “experiencias extracorporales” (out-of-body experiences, OBE). En una OBE la gente siente de forma consciente que su centro de experiencia está localizado fuera del cuerpo físico; los sujetos ven su cuerpo (autoscopia) y el entorno desde una localización extrapersonal elevada.

En otros fenómenos similares (heautoscopia) los pacientes ven el propio cuerpo a una cierta distancia de sí mismos, como alguien sentado en una silla que se ve a sí mismo sentado en otra silla cercana. 

Otro tipo de ilusiones corporales muy estudiadas por neurocientíficos clínicos son las de los “miembros fantasma” (phantom limbs). Casi todo el que tiene un miembro amputado sentirá no solo que el miembro sigue presente sino que incluso duele.

Este tipo de experiencias desde luego no coinciden con la imagen que tenemos de la integración entre el cuerpo y el yo. Si lo mental está asociado a una estructura sutil que puede separarse del cuerpo, es probablemente una cuestión que en estos momentos no se puede resolver. 

Al “yo” no se le encuentra en el cerebro

Los estudios sobre el cerebro muestran que este funciona como una totalidad dinámica y abierta al entorno. Parece que el “yo” debería ser una especie de centro de operaciones en el cerebro. Sin embargo, esto no es así. 

El cerebro crea “mapas” que están en un proceso continuo de testaje o validación. En este sentido, existen redes neuronales que intervienen en la experiencia consciente y que actúan de forma integrada aunque cambiante (Edelman y Tononi), por lo que la consciencia del “yo” no corresponde a una estructura estable sino a un proceso.

En este sentido, una de las posibles soluciones al enigma de cómo la mente y el yo emergen del cerebro es la que propone Damasio haciendo la analogía de una película. En primera instancia se genera metafóricamente una “película-en-el-cerebro”, una composición integrada y unificada de diversas imágenes sensoriales (visual, auditiva, táctil y otras). El sentido del yo se genera en el acto de apropiarse de la “película”, pero emerge dentro de ella, es decir, no hay un espectador externo sino que la autoconsciencia forma parte de la propia “película”.

Memoria, identidad y “yo”

Durante décadas, los psicólogos creyeron que la memoria era un mero almacén de información y que los recuerdos quedaban registrados en nuestro cerebro como si fueran fotografías. Este modelo ha quedado desfasado y hoy se ve a la memoria como una actividad continuada y dinámica del cerebro. Nuestra memoria es reconstructiva y no es independiente del contexto social en que vivimos. Nuestros recuerdos son plásticos, es decir, que están continuamente rehaciéndose y el “yo” junto a ellos. Por tanto, el “yo” no tiene un estatus ontológico a priori independiente de las experiencias, es autobiográfico y a posteriori, pues resulta construido.

¿Muchos yoes?

Otro argumento que hace inconsistente la idea de un “yo” para la neurociencia es precisamente la existencia de varios o muchos yoes. Son muy conocidos los trabajos ya clásicos de Roger Sperry y Michael Gazzaniga, sobre pacientes con cerebro escindido o dividido (split brain). Al seccionar el cuerpo calloso que conecta los dos hemisferios cerebrales a pacientes que sufrían de epilepsia, vieron que el “yo” también se dividía en dos, pues se daban casos en los que el paciente intentaba realizar dos acciones diferentes a la vez y a veces contradictorias.

Luego, el yo emerge como fruto de un proceso de integración de la información en el cerebro.

El “giro copernicano” de la conciencia

La ciencia neural y la psicología muestran que sujeto y objeto son constructos del procesamiento dinámico de la mente-cerebro, por lo que se han convertido en virtuales, y que por tanto no hay una individualidad claramente definida del sujeto, por lo que se necesita otro modelo explicativo.

Un sujeto virtual no puede conocer la realidad de unos objetos construidos por el cerebro y que están separados cognitivamente del fluir de los eventos en el presente. Lo que el sujeto experimenta nunca es un presente vivido, siempre es un “presente” recordado, que es recreado por la mente en un instante en el que esa realidad ya no está sucediendo. 

Si, como se ha visto, puede haber cognición sin “yo”, la capacidad de atestiguamiento es una fuerza primaria previa a la conformación del propio “yo”. El “yo” es un resultado de la cognición, no su causa o, dicho de otro modo, la causa de la cognición es la conciencia, no el “yo”.  Y esto es un cambio de paradigma que exige un vuelco rotundo en la consideración del papel que juegan ambos en el ámbito cognitivo y ontológico.

Se trata, pues, de un “giro copernicano” de la conciencia, derivado del pensamiento Advaita, en el sentido de que antes la Conciencia giraba en torno a la mente y al yo. Ahora, la Conciencia ha de ser considerada como la cualidad más estable y continua de la existencia y de la experiencia humana.

El “giro copernicano” de la conciencia (J. Velasco, 2017).

Referencias

La mayor parte de la información de este apartado está recogida de: Velasco Cabas, J. (2017). El tejido no dual de la realidad. Ed. Afvas.

 

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