Saltear al contenido principal

INTRODUCCIÓN AL PSICOANALISIS

Las grietas en la herencia Ilustrada y los cinceles del S.XX

La Ilustración o Iluminismo (siglo XVIII), como universalización del pensamiento cartesiano y afirmación del poder infinito de la voluntad bajo la guía segura de la razón, y el surgimiento del pensamiento científico conllevaron a una visión materialista del mundo en donde justamente los procesos naturales empezaron a ser explicados apelando a mecanismos materiales, en lugar de a fuerzas de origen desconocido. De esta forma, los investigadores de la fisiología y la psicología encontraron un momento propicio para fundar sus disciplinas dentro del marco de las ciencias naturales.

El estudio de los impulsos nerviosos fue uno de los primeros pasos en el desarrollo de este tipo de investigación, con motivo de la analogía entre la conducción nerviosa y la conducción eléctrica, la cual estaba empezando a estudiarse en el campo de la física. Y uno de los últimos pasos a darse en el camino de la explicación científica fue considerar que la locura puede explicarse por mecanismos naturales, mientras que antes por ejemplo podía ser considerada fruto de una posesión.

La explicación mecanicista de los desórdenes psíquicos de Benjamin Rush (1745-1813) se basaba en que todas las enfermedades del ser humano estaban motivadas por desajustes en la presión sanguínea. Concretamente, las enfermedades mentales se debían a una hipertensión en el cerebro. Otro ejemplo, similar al anterior, como extrapolación a la psicología de las ideas nacidas en otras ciencias, fue la hipótesis del magnetismo animal de Franz Anton Mesmer (1734-1815).

Paralelamente, Wundt y los demás psicólogos de la conciencia (estructura o función) se basaban en el estudio de la mente humana adulta supuestamente ‘normal’ a través de la introspección, y “se centraron en el análisis introspectivo de la mente humana adulta y normal, intentando desarrollar una ciencia experimental que fuera más allá de las preguntas y teorías planteadas tradicionalmente por los filósofos. Los temas que definieron el campo de la Psicología fueron principalmente los de la sensación/percepción y los característicos de la Psicología cognitiva, aunque también se prestó una cierta atención a temas relacionados con la Psicología social, evolutiva y animal.” (Leahey, 1998, p. 261).

El institucionalizador de la psiquiatría europea E. Kraepelin (véanse las nueve ediciones de su Psychiatrie, 1883-1927), quien se doctoró con Wundt, fue responsable del “primer escrito programático alemán de Psicología clínica” (Pongratz, 1973). El programa expuesto sigue el paradigma academicista, planteando que los psiquiatras abandonen las intuiciones personales (“ojo clínico”), y procedan, en cuestiones psicológicas, “mediante la medición y la observación”, con el “experimento psicológico” tal como se practica en los laboratorios. Kraepelin propondría una serie de instrumentos y procedimientos inspirados en la Psicología wundtiana (T. R., recuento de sílabas, mediciones ergográficas, etc.) para establecer unos diagnósticos psiquiátricos a partir de la exploración con aquéllos de una serie de aptitudes de los pacientes (capacidad de trabajo, fatiga, excitabilidad, profundidad del sueño, etc.). Este servicio exploratorio y diagnóstico del experimento psicológico a la psiquiatría, que por entonces se reconocía competente en el tratamiento de síntomas psicológicos de enfermedades mentales pronto sería propugnado por otros psiquiatras como Rieger, Ziehen, Oehrn, Storring, Ferrari, de Sanctis, Sommer, etc. Se pretendía aplicar los métodos psicofísicos y psicológicos (p.e. tests) en el área de la psicopatología a partir de la investigación experimental y psicométrico-diferencial practicada en el ámbito de la Psicología normal.

El principio de uniformidad o de regularidad científico pregonaba que la razón humana es uniforme, de lo que se sigue que todos los hombres poseen una misma capacidad o facultad racional. En consecuencia, en las mismas condiciones llegarán necesariamente a las mismas conclusiones. Cuando el hombre piensa o actúa racionalmente, lo hace más allá de todas las diferencias particulares; es decir, unívocamente. En este sentido, la Ilustración conduce al triunfo de lo Uno y a la disolución de las diferencias o de lo múltiple, y haciendo un desplazamiento contemporáneo a muchas escuelas de psicología vigentes, esto implicó que las mismas se basen en la pretensión de aplicar el método científico, desarrollando por tanto su investigación mediante experimentos u observaciones sistemáticas con las que ponen a prueba sus hipótesis. De esto último se desprende el foco en un ser humano estándar concebido axiomáticamente, separando de las enfermedades mentales. Esto no quiere decir que no las hayan estudiado o reconocido, sino que por promedio o por contraste opositorio, la “normalidad” era concebible. Al menos históricamente fue así como la psicología académica se constituyó de forma irreversible, y obtuvo un reconocimiento propio y ajeno (véase Caparrós, 1984, 121-122). Una tradición que, muy pronto, fue capaz de desarrollar una psicotecnia, entendida como aplicación de los conocimientos psicológicos a la vida práctica (normal y patológica), siguiendo una dirección analítica y psicométrica. En este sentido Freud iría en una dirección dinámico-holista muy alejada de la anterior, y el derrotero de la psicología del inconsciente termino siendo  muy diferente al de la psicología de la conciencia.

Con sus raíces en el incipiente interés médico por el tratamiento de las enfermedades mentales surgido entre los médicos de los siglos XVIII y, especialmente el XIX, el psicoanálisis surge como reacción contra ese ilustrado mundo que se asentaba en Descartes y Newton. En vez de llevar a cabo experimentos Freud  partió, como Ribot y otros, del método patológico. “El Psicoanálisis nació de una necesidad médica”, escribió Freud en el Prefacio a los Estudios psicoanalíticos de Thedore Reik (Londres, 1931). Y era cierto; a través de la solución de los problemas de sus pacientes (casos clínicos) crearía una teoría psicológica general. El saber psicoanalítico redefinió lo que tendría que ser la Psicología, incorporando a la misma el estudio de la personalidad, la motivación y la psicopatología, además de reforzar el interés por los aspectos sociales y por los relativos al desarrollo.

La psicología de Freud se centraba sobre las mentes con patologías y pretendía desenmascarar la conciencia, incluso la conciencia “normal”, mostrándola como una marioneta a merced de una serie de impulsos primarios y repulsivos que no nos atreveríamos a reconocer. En lugar de realizar experimentos, Freud estudió la mente mediante la exploración clínica, buscando los orígenes ocultos de la conducta humana en el inconsciente, en los residuos primitivos de la infancia y de la evolución que él aseguraba encontrar en los síntomas de sus pacientes, en sus sueños y en las conversaciones terapéuticas que mantenía con ellos. «La teoría es buena, pero eso no impide que las cosas sean como son»: Freud siempre recordaría este imperativo categórico de Charcot, uno de sus mentores [la frase está en francés en el texto de Freud: «La théorie, c’est bon, mais ça n’empêche pas d’exister»].

En otras palabras, frente a un inconsciente concebido como un límite a partir del cual lo que es mental se diluye en un mero registro fisiológico, Freud propuso un inconsciente entendido como una cualidad dinámica de contenidos y representaciones estrictamente mentales. Se aleja de los registros fisiológicos, y pone el énfasis en las representaciones mentales ligadas con afectos y emociones. Dicho cambio, conceptual y metodológico, resultó revolucionario para su época: rompe con la identificación mente = conciencia, amplía el campo de los fenómenos psíquicos, reformula el objeto de la Psicología, propone un nuevo método para estudiarlo, e, incluso, ofrece un procedimiento para tratar las producciones psíquicas (sanas o patológicas). A partir de entonces lo inconsciente dejó de ser aquel explicado por la teología o la filosofía; no es una entidad metafísica, ni es una fuerza oscura o vital como pudieron pensar los contemporáneos románticos alemanes, ni tampoco es lo que Schopenhauer denominó Voluntad. Freud se apartó del conciencialismo, tendencia que equipara conciencia y psiquismo, sosteniendo que lo mental es en sí mismo inconsciente: “nuestro inconsciente […] no coincide con lo inconsciente de los filósofos […]” (Freud, 1900/1972, tomo II, 716)… ni, añadimos nosotros, con el de los psicólogos de la época.

Así, el siglo XX se inició signado por un radical proceso de descentralización del sujeto, emblemáticamente representado por las obras de Marx, Darwin, Nietzsche y Freud. Marx había mostrado que las fuerzas productivas materiales, y no lo que los hombres creen o piensan, son el verdadero motor de la sociedad y la historia. Darwin sostenía que el hombre no derivaba de Dios en tanto Ser Creador, sino que era el producto de la evolución de las especies inferiores, de los simios. Nietzsche revelaba que los valores superiores no eran sino la expresión suprema del instinto de venganza encarnado en la rebelión de los esclavos, es decir, una inversión de los valores originarios. Freud, apoyándose en la medicina y en la práctica psicoanalítica, sostenía que la conciencia humana, como la punta de un iceberg, no era más que un emergente superficial de las fuerzas originarias del hombre profundamente sumergidas en lo inconsciente.

En su temprano Esquema del Psicoanálisis (Freud, 1910) señala que Psicoanálisis es el nombre de un método que sirve para indagar procesos anímicos inconscientes difícilmente accesibles por otras vías; de una tecnología psicológica para tratar perturbaciones neuróticas fundada en aquella indagación; y de una serie de intelecciones psicológicas, derivadas de aquel método y de aquella técnica, que ofrecen una teoría de la mente. Posteriormente, fue extendiendo sus propuestas y explicaciones a la todo lo relacionado con el ser humano, convirtiendo el Psicoanálisis en una auténtica cosmovisión que pretendió arrojar luz sobre enigmas fundamentales de la vida individual y colectiva.

Probablemente, por todo ello, ninguna otra figura en los anales de la disciplina psicológica haya sido, y continúe siendo, tan controvertida. Freud ha sido extravagantemente alabado y cruelmente criticado por sus teorías, ha sido venerado y condenado como persona, y ha sido considerado a la vez como un gran científico, un líder de culto y un fraude (p.e. Tortosa y Mayor, 2002). Pero, pensamos que todos están en el fondo de acuerdo, en que sería difícil entender la contemporánea revolución cultural y de costumbres sin tomar en consideración a Freud. Y mucho menos podría hablarse de Psicología sin mencionarle, ya que una gran parte de ésta se ha construido y se ha escrito partiendo de él u oponiéndose a sus trabajos.

Bases del Psicoanálisis

Basándose en las experiencias con el método catártico por parte de su mentor Josef Breuer, y con la hipnosis por parte de Charcot, Freud realizaba sus prácticas con ambas técnicas en torno principalmente a la neurosis histérica. El tratamiento consistía en inducir en los pacientes un estado hipnótico que le permitiese rememorar las circunstancias previas a la aparición de los síntomas. Poco después Freud abandonó estas técnicas en favor de la asociación libre (base del psicoanálisis), técnica con la que creyó poder aliviar en mayor ‘profundidad’ los síntomas de sus pacientes, que verbalizaban sin traba alguna cualquier tipo de ocurrencia que se les pasara por la cabeza.

La obra más importante de Freud

En 1899, Freud publicó la que se considera su obra más importante e influyente, La interpretación de los sueños, aunque la fecha oficial de publicación, sin embargo, quedó establecida en 1900. En 1905 se publicó Tres contribuciones a la teoría sexual, la segunda de sus obras en importancia. De esta manera quedó inaugurada una nueva disciplina y una nueva manera de entender la mente humana: el psicoanálisis.

Preceptos del psicoanálisis

Freud (1923/1974, tomo VII, 2661) insistía en considerar el Psicoanálisis como “una nueva disciplina científica” construida a partir de “una serie de conocimientos psicológicos” obtenidas mediante “un método para la investigación de procesos anímicos inaccesibles de otro modo” y “un método terapéutico”. Pues bien, el cuerpo de estas intelecciones psicológicas lo constituye el punto de vista metapsicológico o cuerpo teórico.

Erige su teoría sobre seis construcciones axiomáticas que, combinadas entre sí, constituyen la metapsicología:

  1. Existen los procesos mentales inconscientes.
  2. Toda conducta (normal o patológica) posee una motivación y un significado (simbolismo).
  3. Ninguna conducta ocurre al azar (determinismo), sino que está condicionada por factores de la estructura mental individual, sus modos de funcionar tales como los impulsos, deseos, mecanismos de defensa (o también de adaptación) y sus conflictos. (Caparrós, 2017, p.17)

El origen de los conflictos se sitúa en la primera infancia (represión de la sexualidad) e impiden el normal desarrollo de la personalidad. Los conflictos tienen, pues, un carácter sexual o, cuanto menos instintivo. El pasado perdura en el presente ejerciendo un efecto reactivante sobre la conducta (ib., p.43). La conducta patológica es esencialmente energía extraviada, mal equilibrada, la normal, por el contrario, es el resultado del equilibrio entre los sistemas de fuerzas o de energía de la persona, los cuales, a su vez, son producto de los impulsos instintivos. Factores cuantitativos subyacen en cualquier manifestación conductual (ib., p.189). La conducta humana está afectada también por el intercambio con el mundo real (véase Grinberg, 1981).

Con ellas construye la teoría que explica el funcionamiento del aparato psíquico. Una teoría que es consecuente con la observación clínica; no olvidemos que parte del método patológico para construir una Psicología, que, a diferencia de las contemporáneas, “conduzca al otro lado de la conciencia”.

Referencias

  • Caparrós, Nicolás (2017): Tiempo, Temporalidad y Psicoanálisis, Ed. Quipú.
  • Dylan, Evans (2007): Diccionario introductorio de psicoanálisis lacaniano, pp.188
  • Freud, Sigmund (1917): Una dificultad del psicoanálisis, pp.125 (Obras Completas – Ed.Amorrortu – Tomo XVII)
  • Freud, Sigmund (1893): Charcot , op. cit., p. 62 (Obras Completas – Ed. Amorrortu- Tomo III)
  • Grinberg, L. (1981). Psicoanálisis. Aspetti teorici e clinici.
  • Laplanche, Jean; Pontalis, Jean-Bertrand (2004): Diccionario de Psicoanálisis.
  • Leahey, T. (1998). Historia de la Psicología. (G. De la Casa, G. Ruiz, & N. Sánchez, Trads.) España.
  • Mueller, Fernand-Lucien (1980): Historia de la Psicología (Editorial Fondo de Cultura Económica)
  • Roudinesco, Élisabeth; Plon, Michel (2008): Diccionario de Psicoanálisis, pp.527
  • Roudinesco, Élisabeth (2008): «Lacan, the plague», Psychoanalysis and History, pp. 225-236
  • Santamaría, Carlos (2018, 1r a edición en libro electrónico): Historia de la Psicología (Editorial Ariel)
  • Tortosa, Francisco & Civera, Cristina (2006): Historia de la Psicología (Editor digital Titivillus)

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.

ACEPTAR
Aviso de cookies
X